Esto fue lo ocurrido en el planeta Tierra. Poco después de su formación, un planeta del tamaño de Marte se estrelló contra la Tierra impactando, no justamente en el centro, sino sobre un lado de la Tierra. El impacto fue cataclísmico, fundiendo ambas masas planetarias y haciendo que una importante porción de la Tierra saliera despedida al espacio en forma de rocas fundidas y cenizas. Gran parte de esas rocas volvieron a caer sobre la superficie terrestre, provocando rebotes que barrieron toda la superficie del planeta, pero un importante porcentaje (entre el 3 y el 5% de la masa total), salió disparada a una velocidad superior a la de escape. De toda esta materia, muchas rocas se separaron permanentemente del planeta convirtiéndose en asteroides que se esparcieron por el Sistema Solar, pero otras, aproximadamente un uno y medio por ciento, quedaron en órbita alrededor de la Tierra. La materia expulsada quedó distribuida en un anillo de escombros a una escasa distancia del planeta, entre 10.000 y 30.000 Km sobre la superficie terrestre.
Debido a los frecuentes choques entre estos escombros, dicho anillo se fue haciendo más plano y más estrecho, hasta que entre ellos se formó una acreción rocosa que fue atrayendo y absorbiendo el resto de la masa del anillo hasta formar un solo cuerpo.
Había nacido la Luna.